miércoles, 23 de noviembre de 2011

Microrrelatos de Mercurio (44) -El eterno incandescente.


El eterno incandescente

Quedó un rescoldo encendido, rojo brillante, incandescente como el fuego de la fragua. Apagué las luces y en la oscuridad de la noche resplandecía como un sol dentro de la chimenea. Por la mañana seguía allí, iluminando solitario, regalando calor y luz sin haber disminuido un ápice su tamaño. Y pasó allí el invierno prendiendo todos los fuegos nocturnos. Pasó la primavera, el verano y el otoño y él siguió allí, inmutable, sin apagarse. Su presencia en el corazón de la chimenea pasó a ser parte de mi vida cotidiana. Cada noche lo contemplaba como si fuera una estrella brillante, sin poder descubrir su misterio. No podía explicarme por qué aquel trozo de carbón se había trasformado en fuego eterno. Siempre incandescente, siempre ardiendo. Pasaba el tiempo, pero él no se consumía. Una mañana entré a mi taller; hacía mucho que no lo hacía. Sobre una tela olvidada en el caballete empecé a jugar con los rojos que tenía. Pinceladas de carmín, rubí, morado, rojo sangre, púrpura danzaron polifónicas ante mis ojos. Cuando la tela se quedó pequeña, recordé al eterno incandescente y supe que ardía simplemente para que yo comprendiera la esencia del rojo.

Por Marisol Calvelo


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